Polimeron Y Acrionita nacieron en
un mundo poco habitable, un paisaje inhóspito de suelos contaminados, cielos
quebradizos, tierras secas por la falta de agua y montañas desoladas. Hacía
tiempo que los océanos se habían secado y sus suelos marinos se abismaban en
quebradas puntiagudas, simas sin final conocido y praderas infinitas en las que
las poseidonias hacía mucho que se habían calcinado. Crecieron al albor de un
sol penetrante y peligroso, sin sombras con las que protegerse. Habían oído
hablar de los árboles y los bosques a sus antepasados, los habían visto, incluso,
en pinturas antiguas sobre la edad afortunada del planeta.
Polimeron y Acrionita dirigían varios equipos científicos, cuyo fin primordial consistía en recuperar ecosistemas desaparecidos. Tras decenas de años de experimentos sin resultado alguno hacía no más de veinte años que acababan de conseguir sacar adelante un bosque en semilleros artificiales. Bosques enanos en los que crecían las hayas, los robles, los cedros del Atlas, las coníferas, los baobabs, las sequoias. Diferentes climas para diferentes tipos de bosque, un primer paso para recuperar después la vida de las aves, la de los insectos y la de cientos de especies desaparecidas de la tierra en la época del gran cataclismo. Después de hacerlos crecer en laboratorio decidieron replantarlos en el espacio exterior y hoy era el día de acudir a ver qué había sucedido.
Polimeron y Acrionita dirigían varios equipos científicos, cuyo fin primordial consistía en recuperar ecosistemas desaparecidos. Tras decenas de años de experimentos sin resultado alguno hacía no más de veinte años que acababan de conseguir sacar adelante un bosque en semilleros artificiales. Bosques enanos en los que crecían las hayas, los robles, los cedros del Atlas, las coníferas, los baobabs, las sequoias. Diferentes climas para diferentes tipos de bosque, un primer paso para recuperar después la vida de las aves, la de los insectos y la de cientos de especies desaparecidas de la tierra en la época del gran cataclismo. Después de hacerlos crecer en laboratorio decidieron replantarlos en el espacio exterior y hoy era el día de acudir a ver qué había sucedido.
Se vistieron con su traje
transparente para inmiscuirse en los secretos de los árboles sin que ellos
advirtieran su presencia. Acrionita paseó admirada por entre los ramajes,
pisando con sumo cuidado las hojarascas caídas de las especies de hoja caduca.
Contempló con asombro la forma de llorar de las especies más desarrolladas, a
través de la resina del tronco, de la savia de la vida que corría por sus venas
vegetales.
Polimerón aspiró por primera vez el olor de la lluvia, totalmente desconocido para él y aquel perfume verde se quedó impregnado de su nariz transparente, igual que la belleza prendida en sus ojos invisibles.
Ni el bosque se percató de su presencia ni ellos hicieron por demostrarla. Caminaron despacio, en silencio absoluto como muestra del profundo respeto por la frescura y la protección que aquellos gigantes proporcionaban con su arquitectura vegetal que casi tocaba el cielo calcinado, tras tanto sol sin el alivio de las nubes.
Entre las cúpulas de los árboles Acrionita advirtió una pequeña formación blanca sobre el fondo azul del cielo, un atisbo de vapor, un embrión de lluvia y mediante señas se lo mostró a Polimerón.
Escucharon el sonido del viento entre las hojas y cuando se disponían a salir del bosque, el milagro sucedió.
Un alboroto de pájaros , mágico y cantarín surgió de la nada y la pareja de humanos acrílicos lloró por primera vez con lágrimas de agua, como sus antepasados.
Polimerón aspiró por primera vez el olor de la lluvia, totalmente desconocido para él y aquel perfume verde se quedó impregnado de su nariz transparente, igual que la belleza prendida en sus ojos invisibles.
Ni el bosque se percató de su presencia ni ellos hicieron por demostrarla. Caminaron despacio, en silencio absoluto como muestra del profundo respeto por la frescura y la protección que aquellos gigantes proporcionaban con su arquitectura vegetal que casi tocaba el cielo calcinado, tras tanto sol sin el alivio de las nubes.
Entre las cúpulas de los árboles Acrionita advirtió una pequeña formación blanca sobre el fondo azul del cielo, un atisbo de vapor, un embrión de lluvia y mediante señas se lo mostró a Polimerón.
Escucharon el sonido del viento entre las hojas y cuando se disponían a salir del bosque, el milagro sucedió.
Un alboroto de pájaros , mágico y cantarín surgió de la nada y la pareja de humanos acrílicos lloró por primera vez con lágrimas de agua, como sus antepasados.
(Minicuento
de Ascension Badiola, basado en la imagen de las estatuas de Rob Mulholland)