La protagonista, Irune, una trabajadora de una fábrica de papel, es en apariencia una mujer triste y solitaria y, sin embargo, hay en sus acciones grandes dosis de solidaridad. Ella se implica en la vida de su vecina Paulina, con el fin de ayudarla en su drama particular y, también, en el mundo laboral, al unirse a un grupo de huelguistas que luchan contra el fantasma del cierre fabril, aunque ello ponga en riesgo inmediato su puesto de trabajo.
Irune no cree en la amistad, cree en el interés bilateral de un encuentro, que dura tanto como ese interés dure, antes de que la amistad se vuelva humo y se esfume. Por eso, llama la atención que la protagonista tenga su propio sentido del humor y del romanticismo, que telefonee y pregunte por un horario de tren al que parece que nunca subirá y sólo para escuchar una voz conocida. Ella cuelga y vuelve a llamar tantas veces como sean necesarias para escuchar la voz del mismo operador, Miguel María, el personaje que recoge toda esa soledad de Irune con una leve pincelada de amor o de amabilidad.
La novela recupera ambientes olvidados, colores grises, olores fabriles, la lluvia en los paraguas de los obreros, la amenaza del cierre patronal, el drama de las familias que se quedan sin trabajo.
El hilo conductor de esta historia es la tensión que nos lleva de la mano ante la tragedia que se aproxima con pitido de locomotora y te atropella.
Yo no había leído a Txani Rodríguez hasta ahora, pero he descubierto una enorme escritora que describe personajes muy originales y hace protagonistas a personas que viven entre nosotros con una prosa amena, que a ratos te hace reflexionar, y a ratos, sonreír y después, cuando ya has terminado la novela, regresa a tu cabeza y golpea suavemente para hacerse un hueco en el corazón.
Una novela deliciosa. Los últimos románticos de Txani Rodríguez, publicado por Seix Barral.
Ascension Badiola